Conversaciones Básicas sobre la Fe:

2 – MANTENIENDO TU RELACIÓN CON DIOS

Antes de recibir a Jesús en tu vida, ¿cómo veías a Dios?

¿Veías a Dios como alguien a quien podrías llegar a conocer personalmente?

El aspecto dinámico de su relación con Dios

A medida que su relación con Dios se desarrolle, es de útil comprender que hay un aspecto permanente de su relación con Él, pero también una cualidad dinámica de la relación a través de un compañerismo continuo con Él.

La relación entre padre e hijo ilustra estos dos aspectos de una relación. Si alguien tiene un hijo, la relación de sangre entre padre e hijo siempre existirá.

Sin embargo, ciertas cosas pueden causar que el compañerismo entre padre e hijo se rompa, afectando la calidad de su relación.

Dios te hace Su hijo cuando pones tu fe en Jesucristo. Lea Juan 1:12.

Juan 1:12

Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios.

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Tu relación con Dios es segura y duradera. Siempre serás su hijo y eso nunca cambiará, independientemente de lo que hagas o de lo que pueda suceder.

Pero Dios también quiere que tu relación se vuelva cercana y plenamente satisfactoria. Dios desea que disfrutes del tipo de comunión con Él descrita en Apocalipsis 3:20: "Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré con él, y él conmigo".

Lea 1 Juan 1:3-4.

1 Juan 1:3-4

Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Les escribimos estas cosas para que nuestra alegría sea completa.

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¿Cómo describirías tu comunión con Dios en este momento? ¿Le produce alegría?

Obstáculos para tu comunión con Dios

De manera diferente a cualquier otra relación, nuestra comunión con Dios se ve afectada por las decisiones que tomamos.

¿Qué clase de cosas ejercen presión sobre su relación con otras personas?

¿Qué cree que afectaría su comunión con Dios?

El pecado afecta a nuestra comunión con Dios. El pecado puede ser una acción o actitud equivocada, o incluso nuestro fracaso en agradar a Dios. Antes de que usted aceptara a Jesús en su vida, su pecado - su rechazo a Dios y a Su voluntad para usted - le impedía tener una relación con Dios. El pecado en la vida de una persona la hace inaceptable para Dios, porque Dios es santo y no puede tolerar el pecado.

¿Cómo provee Dios una solución para esto según Romanos 3:23-25?

Romanos 3:23-25

pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó. Dios lo ofreció como un sacrificio para obtener el perdón de pecados, el cual se recibe por la fe en su sangre.

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Según Hebreos 10:10, 17-18¿Qué pasó con la barrera del pecado y contigo cuando aceptaste el don de Dios por la fe?

Hebreos 10:10, 17-18

Y en virtud de esa voluntad somos santificados mediante el sacrificio del cuerpo de Jesucristo, ofrecido una vez y para siempre....Después añade: "Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades." Y puesto que estos han sido perdonados, ya no hace falta ofrecer otro sacrificio por el pecado.

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Dado que Cristo murió para perdonar todos sus pecados y hacerlo aceptable ante Él,
¿Hay algo más que todavía necesite hacer para compensar sus pecados?

Como cristiano, aunque sus pecados son perdonados y tiene nueva vida, usted aún tiene la posibilidad de pecar. Sus deseos y viejos hábitos pueden tentarlo y llevarle a tomar decisiones equivocadas, decidiendo desobedecer o ignorar a Dios y seguir tu propia voluntad.

¿Cómo cree que Dios reaccionaría?

¿Cómo describe el Salmos 103:10-14 la respuesta de Dios cuando sus hijos pecan?

Salmos 103:10-13

No nos trata conforme a nuestros pecados
ni nos paga según nuestras maldades.
Tan grande es su amor por los que le temen
como alto es el cielo sobre la tierra.
Tan lejos de nosotros están nuestras transgresiones
como lejos del oriente está el occidente.
Como un padre muestra compasión a sus hijos, el Señor muestra compasión a aquellos que le temen.

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Sin embargo, hay consecuencias del pecado. Cuando usted peca como cristiano, el pecado hace que su comunión con Dios se rompa y empiece a separarse de Él, aunque Él continúa siendo su Padre celestial. 

En la imagen de la primera página, ¿cómo afecta la elección del niño a su interacción?

Basados en Isaías 59:2, si usted peca ¿puede aún disfrutar de la comunión con Dios?

Isaías 59:2

Pero nuestras iniquidades (pecados) han hecho división entre nosotros y Dios, y nuestros pecados han ocultado su rostro para no oír.

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¿Cómo nos aseguran los versículos que vimos la última vez que seguimos siendo Sus hijos?

Restaurando tu Comunión con Dios

Como Padre compasivo, Dios ha hecho posible restaurar su comunión aún después de haberlo desobedecido, ignorado o traicionado. Él está dispuesto a hacer esto porque ahora usted está con Cristo, y cada pecado –pasado, presente, y futuro- fue pagado cuando Cristo dio Su vida por usted.

Cuando vuelve a Dios, restaurando su comunión con Él y le expresa su pena por el pecado, su gratitud por Su perdón, y su deseo de cambiar. A esto se le llama arrepentimiento o confesión.

Lea 1 Juan 1:8-9.

1 Juan 1:8-9

Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad. Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad.

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Aquí están los pasos para restaurar la comunión:

  1. Admita ante Dios que su pecado estuvo mal y se ha convertido en una barrera para su comunión con Él.
  2. Agradece a Dios por haber pagado ya por ese pecado y por perdonarte en base a la muerte de Jesús.

  3. Pídale a Dios que cambie su corazón para que la próxima vez escoja el camino de Dios en vez del suyo propio.

Cada vez que usted se de cuenta que ha desobedecido a Dios o que hay algún pecado en su vida, inmediatamente confiéselo a Él. Puedes usar palabras como estas:

“Padre, me arrepiento de mi pecado. Te agradezco que me hayas perdonado y limpiado a través de Cristo. Por favor cambia mis deseos para que no siga pecando, sino que busque agradarte”.

Cuando hemos confesado nuestros pecados, podemos experimentar gozo y libertad de la culpa.

Basado en Romanos 8:1, después de confesar el pecado, ¿por qué no debería sentir vergüenza o culpa por lo que hizo?

Romanos 8:1

Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús.

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¿Hay algún pecado por el cual todavía siente culpa o uno que siente que Dios no podría perdonar?

Si es así, detente ahora y haz lo siguiente:

En el libro de los Salmos, David comparte su experiencia de cómo su pecado afectó a su comunión con Dios.
Lea Salmos 32:1-5.

Salmos 32:1-5

Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados.
Dichoso aquel a quien el Señor no toma en cuenta su maldad, y en cuyo espíritu no hay engaño.
Mientras guardé silencio, mis huesos se consumieron por mí gemir todo el día.
Mi fuerza fue debilitándose con el calor del verano, porque día y noche tu mano pesaba sobre mí.
Pero te confesé mi pecado y no oculté mi maldad;
Me dije “Voy a confesar mis transgresiones al Señor”, y tú perdonaste mi maldad y mi pecado.

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¿Qué experimentó David antes de confesar su pecado?

¿Qué indica que su comunión con Dios ha sido restaurada?

La gratitud por lo que Dios ha hecho generosamente y continúa haciendo por ti es vital para desarrollar una relación más cercana. Tu relación con Dios se construirá en el amor y la apreciación, en lugar de culpa y obligación.

Resumiendo sus pensamientos sobre este tema:

¿Qué ha aprendido sobre el corazón de Dios por usted?

¿Qué verdades podría usted compartir con alguien para ayudarle o animarle en su fe?

Esta semana lea un pasaje cada día. Tome en cuenta lo que dice sobre el corazón de Dios. Agradezca a Dios por Su increíble amor y perdón que le permiten tener comunión.

Lucas 15:11-32

»Un hombre tenía dos hijos —continuó Jesús—. El menor de ellos le dijo a su padre: “Papá, dame lo que me toca de la herencia”. Así que el padre repartió sus bienes entre los dos. Poco después el hijo menor juntó todo lo que tenía y se fue a un país lejano; allí vivió desenfrenadamente y derrochó su herencia.

»Cuando ya lo había gastado todo, sobrevino una gran escasez en la región, y él comenzó a pasar necesidad. Así que fue y consiguió empleo con un ciudadano de aquel país, quien lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tanta hambre tenía que hubiera querido llenarse el estómago con la comida que daban a los cerdos, pero aun así nadie le daba nada. Por fin recapacitó y se dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen comida de sobra, y yo aquí me muero de hambre! Tengo que volver a mi padre y decirle: Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo; trátame como si fuera uno de tus jornaleros”. Así que emprendió el viaje y se fue a su padre.

»Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: “Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo”. Pero el padre ordenó a sus siervos: “¡Pronto! Traigan la mejor ropa para vestirlo. Pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero más gordo y mátenlo para celebrar un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado”. Así que empezaron a hacer fiesta.

»Mientras tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música del baile. Entonces llamó a uno de los siervos y le preguntó qué pasaba. “Ha llegado tu hermano —le respondió—, y tu papá ha matado el ternero más gordo porque ha recobrado a su hijo sano y salvo”. Indignado, el hermano mayor se negó a entrar. Así que su padre salió a suplicarle que lo hiciera. Pero él le contestó: “¡Fíjate cuántos años te he servido sin desobedecer jamás tus órdenes, y ni un cabrito me has dado para celebrar una fiesta con mis amigos! ¡Pero ahora llega ese hijo tuyo, que ha despilfarrado tu fortuna con prostitutas, y tú mandas matar en su honor el ternero más gordo!”

»“Hijo mío —le dijo su padre—, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. Pero teníamos que hacer fiesta y alegrarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado”».

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Isaías 53:4-6

Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades
  y soportó nuestros dolores,
pero nosotros lo consideramos herido,
  golpeado por Dios, y humillado.
Él fue traspasado por nuestras rebeliones,
y molido por nuestras iniquidades;
sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz,
y gracias a sus heridas fuimos sanados.
Todos andábamos perdidos, como ovejas;
  cada uno seguía su propio camino,
pero el Señor hizo recaer sobre él
  la iniquidad de todos nosotros.

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1 Juan 1:5-2:2

Este es el mensaje que hemos oído de él y que les anunciamos: Dios es luz y en él no hay ninguna oscuridad. Si afirmamos que tenemos comunión con él, pero vivimos en la oscuridad, mentimos y no ponemos en práctica la verdad. Pero, si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado.

Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad. Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad. Si afirmamos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso y su palabra no habita en nosotros.

Mis queridos hijos, les escribo estas cosas para que no pequen. Pero, si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo. Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino por los de todo el mundo.

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Romanos 8:31-39

¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito:

«Por tu causa siempre nos llevan a la muerte; ¡nos tratan como a ovejas para el matadero!»

Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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Colosenses 2:13-14

Antes de recibir esa circuncisión, ustedes estaban muertos en sus pecados. Sin embargo, Dios nos dio vida en unión con Cristo, al perdonarnos todos los pecados y anular la deuda que teníamos pendiente por los requisitos de la ley. Él anuló esa deuda que nos era adversa, clavándola en la cruz.

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Lucas 7:36-50

Uno de los fariseos invitó a Jesús a comer, así que fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. Ahora bien, vivía en aquel pueblo una mujer que tenía fama de pecadora. Cuando ella se enteró de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de alabastro lleno de perfume. Llorando, se arrojó a los pies de Jesús, de manera que se los bañaba en lágrimas. Luego se los secó con los cabellos; también se los besaba y se los ungía con el perfume.

Al ver esto, el fariseo que lo había invitado dijo para sí: «Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la que lo está tocando, y qué clase de mujer es: una pecadora».

Entonces Jesús le dijo a manera de respuesta:

—Simón, tengo algo que decirte.

—Dime, Maestro —respondió.

—Dos hombres le debían dinero a cierto prestamista. Uno le debía quinientas monedas de plata, y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. Ahora bien, ¿cuál de los dos lo amará más?

—Supongo que aquel a quien más le perdonó —contestó Simón.

—Has juzgado bien —le dijo Jesús.

Luego se volvió hacia la mujer y le dijo a Simón:

—¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies, pero ella me ha bañado los pies en lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú no me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con aceite, pero ella me ungió los pies con perfume. Por esto te digo: si ella ha amado mucho, es que sus muchos pecados le han sido perdonados. Pero a quien poco se le perdona, poco ama.

Entonces le dijo Jesús a ella:

—Tus pecados quedan perdonados.

Los otros invitados comenzaron a decir entre sí: «¿Quién es este, que hasta perdona pecados?»

—Tu fe te ha salvado —le dijo Jesús a la mujer —; vete en paz.

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